jueves, 9 de septiembre de 2010

La felicidad de los idiotas

Esto ocurrió ayer:

“Salí de mi casa dispuesto a llegar temprano a mi trabajo en la escuela secundaria Manuel Acuña donde doy clases de Español, no sin antes despedirme de mi esposa que aun se encontraba dormida con un beso en la mejilla. Mi esposa… aun la siento como un hermoso sueño, su piel nívea, su largo pelo negro capaz de opacar la pureza de la noche, sus inusuales ojos verdes como la mas brillante esmeralda  que se unen en perfecta armonía con cada uno de los delicados rasgos de su semblante, siempre tan bella, siempre tan pura;  el mero hecho de contemplarla infunde en mi corazón la energía necesaria para seguir viviendo, dota de razón a la vida misma derribando todo resto nihilista que pudiera haber que dado de mis ideas de adolescente.

Me encontré con un día hermoso, un sol alto con nubes alrededor que daba un brillo especial a los verdes pastos de los bien hechos jardines públicos donde juegan alegremente los pequeños niños que aun no tienen edad para estar en clases de primaria.

Son 15 minutos de camino hacia mi trabajo, mismos que resultan siempre agradables gracias al cálido saludo matinal de los vecinos, acompañado por enormes sonrisas, reflejo de la alegría de vivir.

En la escuela, la agradable platica durante el almuerzo con mis compañeros profesores y las dos horas de clase que tuve con mis alumnos de segundo y tercer siempre con ganas de aprender, no hicieron más que acrecentar mi alegría.

Tras la escuela, pasé toda la tarde con mi amada y culminamos el día con una velada romántica que dio paso la unión de nuestros cuerpos, la demostración plena de nuestro amor mutuo. ¿Puede haber un día más perfecto? ¿Un hombre que pueda superar mi felicidad y amor por la vida?”

Luego me desperté y descubrí, casi confortablemente, que TODO APESTA. Continuamente me atormentan pesadillas como ésta, donde me encuentro en un jodido mundo feliz, un mundo de mentiras, un mundo que se acabo para mí hace ya siete años cuando ELLA se fue. Sin embargo, a veces creo que son estas pesadillas las que me han mantenido vivo hasta hoy, alimentando esperanzas inexistentes.

Ha sido interesante como por las noches vivo en un paraíso lleno del embriagante perfume de las flores, y durante el día me encuentro en un río de realidad donde la mierda me llega al cuello… TODO APESTA. Soy inmune a la felicidad de los idiotas y a sus jodidas trivialidades. He descubierto la inmensa hipocresía de mis vecinos y ex compañeros de trabajo. Este mundo esta jodido, después de todo ¿qué esperanzas puede haber con una juventud sin futuro? Una juventud de mierda, enajenada, que ha perdido toda capacidad de pensar. Chinguense todos, TODO APESTA. Y seguro, tras mi muerte autoinducidia, mi cuerpo también apestara.

1 comentario:

  1. jajajajaja buena entrada

    aunque algo predecible pero la forma en la que lo cuentas hace que se vuelva interesante xd

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