Era un día cualquiera. Estaba en mi casa y me aburrí. Pero esta vez fue distinto a los otros días en los que me había aburrido. Esta vez el aburrimiento era demencial. ¿Donde estaba la niña que sonreía a cada momento? Escuche la respuesta pero no la entendí. Era la muerte la que me hablaba.
- El mundo se ha vuelto oscuro- dije en voz alta para que me escuchara.
Y de nuevo, de una manera incomprensible respondió. Sin embargo, en esta ocasión su voz fue un poco mas clara.
- ¿En donde estas?- pregunté
Y un silbido, casi tan claro como una palabra surgió.
- ¿Cual es tu nombre?
- Todos los nombres son mios.
Por fin había logrado entenderla.
-¿Cuantos años tienes?
-Todos.
-¿Me puedes curar de este aburrimiento? - le dije, pues tal vez solo ella me podría ayudar.
- Puedo curarte de todo mal, si así lo deseas.
- Lo deseo realmente ¿En donde te encuentras?
- Muy lejos de ti. Pero no tanto.
Y entonces corrí y corrí, siguiendo el sonido de su voz. Salí de mi casa y corrí hasta un barranco que daba al mar. Me asomé para ver si estaba ahí. Pero no la vi.
- ¿Estas ahi? - le pregunté
- Si así lo deseas.- Me respondió con una voz parecida al de un oleaje enfurecido.
-No te alcanzo a ver.
- Haya arriba no podrás alcanzarme.
Entonces salté para encontrarla. Pero ella me encontró antes a mi.
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